En una zona neutral, en donde lo que era realidad parece ya distante, por este motivo el liderazgo en salud está desarrollando un papel cada vez más importante en los hospitales, en los sistemas de salud y en las organizaciones sanitarias como respuesta a una pandemia que demandó mayor flexibilidad y empatía.
Los efectores de salud de distintos países han tratado de estar a la altura de las circunstancias. Sin un manual de cómo actuar en pandemias, han movilizado recursos económicos y escalado la atención de pacientes.
Todo para hacer frente al tsunami registrado en las estadísticas, pero también en salas de urgencias, internación y unidades de cuidados intensivos. Con el correr del tiempo algo quedó demostrado: no alcanza solo con hisopados para diagnosticar el virus, o respiradores para ventilar pacientes. El punto crítico sin dudas es el recurso humano.
Liderazgo en salud: pandemia y crisis
Los profesionales de la salud en la actualidad viven una situación parecida a un destierro. En esa zona neutral de Bridges adquieren nuevos roles, aceptan nuevas responsabilidades. Algunos se aferran a la vieja forma de hacer las cosas, otros se suben a la disrupción inevitable generada por la pandemia. Todos buscan pronto llegar a alguna orilla.
Es que en el mientras tanto las aguas no están para nada tranquilas. Crece la ansiedad, y la insatisfacción laboral suele hacerse presente en un área crónicamente colonizada por el burnout. Con el agravante de que gran parte de los que oficiaban de guías han sido invisibilizados por el SARS COV-2, o declarados en obsolescencia no programada.
Según los expertos, la mayoría de los síntomas de este trance son desencadenados por una crisis de liderazgo en salud. Afortunadamente, toda crisis suele ser una oportunidad para el cambio.
Liderazgo en salud: superar el pasado
Las organizaciones sanitarias en su mayoría funcionan aún con modelos del siglo pasado. Cargan con estructuras anquilosadas y centralizadas, jerarquías ineficaces, burocracia y déficit comunicacional.
También lamentablemente con tribalismo entre los distintos profesionales. Prima en ellas un liderazgo que ha sido calificado como transaccional. Se reconoce a alguien como autoridad, y este a cambio proporciona recursos considerados válidos para el equipo de trabajo.
Bajo ese formato, el líder actúa sobre los seguidores, define la dirección estratégica, resuelve problemas, asigna partidas y suele tener respuestas a las preguntas que le llegan. Sus funciones desde las alturas incluyen introducirse en un panóptico y corregir cualquier comportamiento que se aparte de la norma.
A veces la tarea es tan demandante que se impone delegar parte del trabajo. Es así como en varias organizaciones aflora un segundo nivel de liderazgo en salud, constituido generalmente por un grupo en la cima.
De pocos individuos, dotados de privilegios y responsabilidades a partir de una combinación variable de mérito propio y relación previa con el líder.
Nuevos perfiles del liderazgo en salud
Como ha ocurrido con la educación virtual, el home office, o el comercio electrónico, la necesidad ha llevado a prestar más atención a otros modos de hacer las cosas. Entre ellas a liderazgos transformacionales, centrados en procesos y no en rasgos. Más flexibles, sustentables, focalizados en objetivos comunes y dispuestos a generar satisfacción en todos los intervinientes.
Entender al liderazgo en salud como un proceso, y no un mero producto del rasgo, entre otras cosas jerarquiza a la epigenética. Bajo esta perspectiva las marcas que deja el ambiente sobre el ADN del líder cobran relevancia. Pasan a tener mayor injerencia experiencias pasadas o instancias formadoras. El líder nace, pero se hace.
Si no todo está establecido ya de antemano, la educación e investigación en liderazgo en salud tienen razón de ser. Algo que por otra parte, antes de la pandemia y con sustento, pregonaban expertos y expertas en el área.
Los médicos pueden ser nominados para ejercer el liderazgo en salud en las unidades de medicina familiar, hospitales o departamentos académicos.
Este nombramiento puede ser una oportunidad excelente para mejorar la calidad de la atención en salud, pero para hacer uso óptimo del puesto directivo, los médicos deben aprender a liderar, poner en práctica el vasto cuerpo de conocimiento y habilidades sobre este tema.
Educación y liderazgo en salud
Los líderes efectivos deben disponer de rasgos específicos que incluyan excelentes habilidades de comunicación, empatía e inteligencia emocional, habilidades de formación de equipos, comprensión del entorno competitivo, pensamiento estratégico y coraje.
Como cualquier tipo de habilidad, el liderazgo en salud se puede aprender y mejorar, donde la retroalimentación y el entrenamiento son unas herramientas clave para ello.
El intercambio de habilidades con otros profesionales y compañeros puede ser una fuente de mejora; combinar esta oportunidad con la necesidad de habilitar áreas formativas en las llamadas competencias blandas, seguro que propiciará que los profesionales de la salud sean también mejores líderes.
El desorden causado por el SARS-COV-2 demanda la aparición de más y mejores líderes. Que sepan en primera instancia liderarse a sí mismos.
Que funcionen en una red multidisciplinaria, y que independientemente del lugar jerárquico que ocupen contribuyan a mejorar el clima organizacional. También se necesita que constantemente apuesten a la innovación, en medio de un panorama cargado de preguntas.
El viejo modo de hacer las cosas parece haber quedado en la orilla. En la otra se divisan organizaciones sanitarias motivadas para brindar más y mejor atención a trabajadores y pacientes a través de un nuevo liderazgo en salud.