Las enfermedades no transmisibles (ENT) son aquellas que no se contagian de persona a persona, pero que afectan a millones en todo el mundo. A diferencia de las enfermedades infecciosas, que tienen un agente externo identificable (como bacterias o virus), las ENT se desarrollan de manera silenciosa, progresiva y suelen estar asociadas a factores de riesgo modificables como el sedentarismo, el tabaquismo, la alimentación poco saludable o el consumo de alcohol.
¿Qué son las enfermedades no transmisibles y por qué representan el mayor reto de salud global?
Lejos de ser un problema individual, las ENT representan hoy una amenaza colectiva, y su impacto se extiende a la economía, los sistemas de salud y la calidad de vida de las poblaciones.
Tipos más frecuentes de enfermedades no transmisibles
Las ENT comprenden un conjunto amplio de condiciones crónicas. Las más comunes —y con mayor carga de enfermedad a nivel global— son:
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Enfermedades cardiovasculares: incluyen infartos, hipertensión y accidentes cerebrovasculares.
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Diabetes tipo 2: relacionada con la resistencia a la insulina y los malos hábitos alimentarios.
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Cáncer: en sus múltiples variantes, con especial prevalencia de mama, pulmón, próstata y colon.
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Enfermedades respiratorias crónicas: como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
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Trastornos mentales y neurológicos: como la depresión, la ansiedad o el Alzheimer, que si bien no siempre se incluyen en todos los informes de ENT, son cada vez más reconocidas en esta categoría por su impacto.
Estadísticas que no pueden ignorarse
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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las ENT son responsables del 74% de todas las muertes a nivel mundial, lo que equivale a 41 millones de personas cada año.
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Más de 15 millones de esas muertes ocurren en personas entre 30 y 69 años, es decir, en plena edad productiva.
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El 77 %de las muertes por ENT se registran en países de ingresos bajos y medios, lo que profundiza las desigualdades sociales.
¿Cuál es la causa de las enfermedades no transmisibles?
Aunque hay factores no modificables como la genética o la edad, las principales causas están asociadas a estilos de vida poco saludables y contextos socioeconómicos adversos. Entre ellos:
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Dietas altas en azúcar, sal y grasas trans
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Falta de actividad física
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Consumo de tabaco y alcohol
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Estrés crónico y falta de acceso a servicios de salud preventiva
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Pobreza, urbanización no planificada y baja educación en salud
Esto muestra que las ENT no son responsabilidad exclusiva del individuo. El entorno en el que vivimos, las políticas públicas y los determinantes sociales tienen un rol clave.
Prevención: la herramienta más poderosa (y menos usada)
Lo paradójico de las ENT es que, a pesar de ser la principal causa de muerte en el mundo, la mayoría de sus factores de riesgo son prevenibles o modificables. Intervenciones en políticas de salud pública, educación, alimentación, transporte y urbanismo pueden reducir de forma significativa su impacto.
Además, el rol del profesional de la salud es fundamental para detectar precozmente, educar y acompañar procesos de cambio sostenibles. En este punto, la formación continua cobra un valor estratégico.
Actividad física y ENT: un vínculo que merece atención
La actividad física regular es una de las estrategias más efectivas —y subutilizadas— para prevenir y tratar enfermedades no transmisibles. En personas que ya viven con una ENT, moverse de forma segura y adaptada mejora la funcionalidad, reduce síntomas y aumenta la calidad de vida.
👉 Si querés saber más sobre este tema, te recomendamos leer nuestro artículo:
Actividad física y salud en personas con enfermedades crónicas
Las ENT nos afectan a todos
Las enfermedades no transmisibles no distinguen edad, género ni condición social. Son la gran epidemia silenciosa del siglo XXI. Abordarlas exige un cambio de mirada: pasar de la lógica de la emergencia a una lógica de prevención, cuidado y salud integral. Y para eso, formar profesionales capacitados, comprometidos y actualizados es una necesidad urgente.