La creación literaria es un acto complejo, que involucra la suma de muchas acciones para poder desarrollarse con éxito. Es necesario buscar referentes, escribir a más no poder, elegir las palabras precisas de manera crónica, replantearse el trabajo que se viene haciendo, corregir y seguir escribiendo. Hace falta poseer una suma de conocimientos: qué es un arco argumental, qué es una elipsis, qué es un símbolo, etcétera. Hay muchos factores que toman lugar en el acto literario, por lo tanto, formarse en instituciones especializadas es una opción a considerar. Sin embargo, hay una duda que suele surgir… ¿debería participar en un taller o en un máster?
Un taller literario comúnmente involucra a un profesor y a un grupo de alumnos. Cada participante trae un texto a la clase para leerlo en voz alta, dándole oportunidad a sus compañeros de ver sus aciertos y debilidades. El docente, quien se ha preparado para tener un criterio profesional y para dirigir estas dinámicas, es quien realiza la crítica principal. Probablemente, el docente le dé la razón a sus pupilos, o quizás, profundice en el comentario general, o inclusive, exponga puntos que ellos no fueron capaces de ver. Turnándose la oportunidad de exponer sus respectivas obras, los estudiantes aprenden a reconocer patrones en su escritura, reciben consejos, conocen técnicas y desarrollan estrategias para disciplinarse en la labor.
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Existen talleres literarios de todos los géneros: poesía, narrativa, crónica, dramaturgia, ensayo o guión audiovisual. Aunque se sustentan en la práctica, algunas veces pueden involucrar contenidos teóricos; es posible que en la primera sesión el profesor enseñe sobre las diferencias entre el cuento y la novela o que asigne algunas lecturas, pero siempre con miras a llevar ese conocimiento a la escritura.
Aunque el taller literario surgió en el siglo XX, anteriormente existían modalidades parecidas. En el siglo XIX, los escritores solían congregarse en salones para leerse y hacerse críticas mutuamente. París es mundialmente conocida por ser la ciudad de los cafés literarios: en la segunda mitad del siglo XIX, los poetas malditos, Rimbaud, Verlaine y Stéphane Mallarmé solían reunirse en Les Deux Magots para hablar de sus obras. Y ese es apenas un ejemplo de muchos.
Muy a menudo solemos enamorarnos del texto que acabábamos de escribir. Al menos en los primeros años de actividad, es difícil ver con objetividad a la propia creación, motivo por el cual la figura del lector crítico es importante. No estamos hablando del que lee la obra publicada, sino el que tiene confianza con el autor y puede señalarle las cosas a mejorar cuando está “recién salida del horno”. Por eso los talleres son tan beneficiosos pues cuando eso ocurre grupalmente hay más perspectivas para considerar. Además, si se está en una etapa de aprendizaje el consejo de una voz profesional tiene más importancia.
La dinámica de una maestría en Escritura Creativa no difiere mucho de la de un taller. En realidad, lo que se hace en un postgrado de este tipo es organizar una serie de talleres como asignaturas académicas, además de involucrar algunos cursos completamente teóricos en el pensum de estudios. Al cabo de uno o dos años, el estudiante suele trabajar con un mismo proyecto, que al final sería su tesis.
Una maestría en Escritura Creativa agrupa a estudiantes que se verán las caras de forma constante, y que pasarán por una serie de cursos en los que tendrán que escribir constantemente, para ser criticados, aconsejados y alentados. Durante ese tiempo, adquirirán saberes que les serán útiles para lograr desarrollarse como autores, y además, podrán entrar en contacto con el sector editorial.
Para aspirantes a autores, una maestría en escritura creativa puede ser una opción muy pertinente: es garantía de amistades en el sector literario, de aprendizaje y de contactos editoriales. De hecho, casi siempre está la figura de quien ya viene con un proyecto determinado, y que utiliza el tiempo de formación para irlo desarrollando correctamente. Mónica Ojeda, docente de la USAL, ha dicho públicamente que ella entró en una precisamente para tener tiempo para escribir.
Aunque la idea de formarse académicamente para ser escritor parece ser algo novedoso en la región, en realidad no son recientes los postgrados de este tipo en otras latitudes. En una nota de Raquel Sáez para La Vanguardia, Pau Pérez comenta que:
“La escritura ha sido la última disciplina que se ha incorporado a la articulación de un programa de estudios. En todos los países de ámbito anglosajón, a partir de la segunda guerra mundial, las universidades estadounidenses, británicas y australianas empezaron a tener departamentos de escritura creativa y facultades. Esa es una de las razones por las que la literatura anglosajona es tan potente”.
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Saber si deberías entrar en un taller literario o en una maestría en escritura creativa es una pregunta que cada quien deberá responder de forma individual.
No obstante, no se puede comparar lo que significa un taller con una maestría. No se puede comparar un solo curso con un grupo de cursos teóricos y prácticos.
Poner tu formación como escritor en un taller o en un máster es una decisión personal, que dependerá de tus circunstancias de vida, pero siempre será preferible optar por la opción más completa, la que tendrá la mayor cantidad de lecciones y contactos. Si tienes la oportunidad, inscríbete en la maestría.