Las clínicas del dolor no constituyen un fenómeno nuevo a nivel global. Surgieron ya hace varias décadas a partir del trabajo pionero del Dr. John Bonica. También de la necesidad de contar con un abordaje integral del paciente que sufre dolor.
Un clínica del dolor es una unidad médica especializada en el tratamiento del dolor. A este tipo de clínicas, las personas llegan ya con un diagnóstico por parte de los diferentes especialistas, cuando los tratamientos convencionales no han surtido efecto para paliar las molestias del paciente.
El objetivo de una clínica del dolor es tratar el sufrimiento y aliviarlo o acabar con él. Las unidades clínicas para el tratamiento del dolor suelen acoger pacientes de edades avanzadas o con enfermedades crónicas.
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Aunque resulte obvio decirlo, en la clínica del dolor se tratan aquellas patologías que producen dolor. No se atiende a pacientes que sufren un dolor puntual por una enfermedad determinada, pero que tiene tratamiento y cura. A este tipo de unidades acuden personas con trastornos crónicos o incurables y que les producen un dolor incapacitante.
Es muy habitual que a la clínica del dolor acudan pacientes con los siguientes problemas:
En América Latina, el camino recorrido ha sido más corto. Quizás a eso se deba que cuestiones vinculadas a su estructura y funcionamiento resultan aún poco conocidas, incluso entre los propios profesionales de la salud.
Entérate en la siguiente nota acerca de la importancia que tienen las clínicas del dolor en el manejo de pacientes con este padecimiento. Conoce además quiénes pueden desempeñarse allí.
Para la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial.
Según la Federación Latinoamericana para el Estudio del Dolor (FEDELAT), entre el 27% y 42% de la población de Latinoamérica padece en la actualidad dolor crónico. Dicha cifra se encuentra muy por encima de la media global reportada.
Son individuos que sufren diariamente un profundo impacto en sus actividades, en la convivencia con el núcleo familiar, en los modos de relacionarse, o en la propia economía.
Lo relatado ha puesto a la región en la exigencia de contar con profesionales de la salud formados en el manejo individualizado de estos pacientes. También ha desencadenado la necesidad de ámbitos propicios para el abordaje multidisciplinario del dolor.
Las denominadas clínicas del dolor son un buen un ejemplo en ese sentido.
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Este tipo de establecimientos busca brindar a los pacientes el alivio del dolor y de sus problemas relacionados. Quienes aquí se desempeñan, se nutren de las últimas evidencias científicas, ajustan los diversos abordajes disponibles a las necesidades particulares de cada paciente, procuran siempre dar con una atención integral y de calidad.
Para tal fin, recurren a estrategias diagnósticas, terapias farmacológicas o no farmacológicas, con efectividad probada. Procuran abarcar todos los niveles de atención de la salud, incluyendo la prevención, el tratamiento del dolor crónico oportuno y la rehabilitación de las complicaciones vinculadas al dolor.
La presencia in situ de una variedad de recursos humanos y de aparatología de última generación suele ser algo deseable para las clínicas del dolor. Aunque no debería esto funcionar como un condicionante para su instalación.
Existe siempre la posibilidad de derivar pacientes a otros sitios que cuenten con el profesional especializado o la tecnología que se requiera en ese momento. La comunicación fluida, así como la mirada multidisciplinaria, tampoco en esta situación por supuesto deben ser resignadas.
El objetivo final de las clínicas del dolor es mejorar la calidad de vida de los pacientes que allí acuden. Algo que por otra parte varios trabajos publicados ya se han encargado de explicitar. Los pacientes con dolor crónico no deberían estar confinados a padecerlo toda su vida. Las propuestas que apuestan al trabajo multidisciplinario siempre cuentan con mayores posibilidades de liberarlos.
Existe en la actualidad una elevada prevalencia de personas con dolor crónico en América Latina. Pero las estadísticas en la región prometen incrementarse aún más. Fundamentalmente de la mano de un mayor envejecimiento de la población y de un pronosticado aumento en el reporte de las denominadas enfermedades crónicas no transmisibles.
La situación epidemiológica entonces demanda, de manera urgente, un mayor número de profesionales capacitados en el manejo del dolor. También plantea la necesidad de nuevos ámbitos de desempeño profesional, que entre otras cosas faciliten un tratamiento integral del dolor del paciente y el trabajo en equipo.
Las clínicas del dolor emergen en los países de Latinoamérica como una opción muy interesante en ese sentido.