Se estima que el 90 % de los pacientes con cáncer experimentan al menos un dolor moderado en algún momento de su enfermedad, y casi la mitad no logra un control adecuado del dolor.
El dolor no controlado no solo reduce la calidad de vida, sino que también puede contribuir a la depresión, la negativa del paciente a realizar una terapia potencialmente beneficiosa y la carga emocional de los cuidadores.
Hay analgésicos efectivos disponibles, pero a menudo se subutilizan porque los pacientes están preocupados por la dependencia y los efectos secundarios y porque los médicos no entienden la magnitud del dolor del paciente. Si bien continúan los esfuerzos para abordar las barreras a nivel del sistema y del proveedor para el control eficaz del dolor, los pacientes y sus familias representan una oportunidad para las intervenciones porque pueden beneficiarse al máximo del control eficaz del dolor.
El manejo del dolor en la atención del cáncer podría mejorarse a través del desarrollo de habilidades médicas que incluyen una mejor comunicación médico-paciente, en particular con respecto al fomento y la facilitación de la participación del paciente en la discusión de sus experiencias de dolor, las opciones para el alivio del dolor y las preocupaciones sobre la medicación. Si los pacientes hablan más abiertamente sobre estos temas, los médicos podrían comprender mejor cómo brindar una atención más personalizada centrada en las necesidades únicas de control del dolor del paciente.
La investigación en otros contextos clínicos ha demostrado que los médicos brindan más información, logran una mejor comprensión de la perspectiva del paciente, brindan más apoyo y son más complacientes cuando los pacientes hacen preguntas, expresan inquietudes, expresan sus preferencias y hacen solicitudes.
Desde la perspectiva de la competencia comunicativa, el éxito de uno como comunicador requiere tanto capacidad (repertorio de conocimientos y habilidades relacionados con la comunicación) como adaptabilidad (habilidad para coordinar los turnos de uno y el desarrollo del tema con los del otro interactuante).
En particular, las intervenciones deben abordar tres requisitos para un "desempeño" efectivo como comunicador:
Mientras que los pacientes con dolor presumiblemente quieren un control eficaz del dolor, es posible que necesiten un estímulo adicional para ser más proactivos (y menos reacios) a hablar con los médicos sobre sus necesidades.
Con respecto al conocimiento, los pacientes necesitan cierta comprensión de las opciones de manejo del dolor, así como técnicas sobre cómo hablar con los médicos sobre el dolor. En otras palabras, es difícil comunicarse activamente sobre un tema si se carece del conocimiento del contenido pertinente o de las habilidades de comunicación.
Uno de los elementos prioritarios en las habilidades médicas es la relación médico-paciente. La comunicación es fundamental para que los enfermos y sus familiares puedan tomar decisiones al final de la vida.
La información oportuna que proporciona el médico sobre el pronóstico y las condiciones del enfermo, sirven al paciente y los familiares para tomar decisiones que alivien las molestias o el sufrimiento.
La experiencia de los familiares muestra que algunos enfermos no recibieron información acerca de su condición y pronóstico. Se puede concluir que algunos de los médicos necesitan capacitación mediante reuniones en donde un profesional de la salud mental dirija sesiones sobre las emociones para afrontar situaciones relacionadas con la muerte y manejar la angustia.
Para que una comunicación sea realmente buena, el médico debe conocer al paciente, tiene que ser empático, es decir, posicionarse en su lugar para poder ser receptivo y comunicar las malas noticias. Al respecto, un efecto placebo para los enfermos es la atención y el cuidado que reciben por parte de sus médicos. De esta forma, el papel de los efectos simbólicos ha sido puesto de manifiesto reiteradamente, desde hace décadas.
En el ámbito hospitalario, se requiere garantizar la educación prolongada, estimular y enseñar técnicas de comunicación asertiva, la emancipación de la relación médico-paciente y retomar la dedicación de tiempo para escuchar y establecer una adecuada comunicación del médico con sus pacientes y el equipo interdisciplinario, para prestar un servicio con visión holística.