Tratar de pronosticar qué especialidades médicas tendrán un mayor auge en el futuro no siempre resulta una tarea sencilla. Ocurre incluso cuando esa predicción que se intenta dar no es tan lejana. Allí pueden entrar en juego cuestiones diversas tales como el comportamiento de algunas enfermedades en el último tiempo, y la tendencia o impacto en los sistemas de salud estimada para el futuro. Otros repararán en el grado de desarrollo científico y técnico que presentó, o se piensa que tendrá, la especialidad y su capacidad para brindar soluciones.
Existen situaciones súbitas que pueden cambiar todo lo que se cree como establecido. En 2019, pocos hubieran arriesgado que la psiquiatría, de la mano de la pandemia por COVID-19, tendría lamentablemente la demanda que hoy tiene. Aquellas que se lleven mejor con todo lo relatado seguramente tendrán una mejor inserción en el futuro. Pero si nos pide una definición, le diríamos que mire para el lado de aquellas que tengan que lidiar con enfermedades crónicas no transmisibles (ENT).
Las ENT han pasado a tener más jerarquía en el último tiempo de la mano de cambios demográficos. En países de bajos y medianos ingresos, como la mayoría de Latinoamérica, se ha asistido a un creciente envejecimiento de la población. Son conocidos allí gráficos que antes daban cuenta de pirámides y ahora dibujan formas más parecidas a una pera.
Sumado a esos factores demográficos, en la mayoría de los países de la región se observan modificaciones en la exposición a factores de riesgo en algunas enfermedades. Aunque todavía queda mucho por hacer, bastante es lo que se ha avanzado en el control de las enfermedades infecciosas transmisibles. El mayor acceso de la población a agua potable, o vacunas, ha impactado de sobremanera en la exposición a agentes etiológicos de dichas enfermedades.
Continuarán generando impacto en la morbimortalidad de la población las enfermedades crónicas cardiovasculares, metabólicas, o respiratorias, por citar algunas. Otras como las patologías oncológicas, caminarán la senda iniciada por el tratamiento de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana. De la mano de mejores tratamientos, y sobrevidas, evolucionarán hacia la cronificación. Requerirán un seguimiento más prolongado.
Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya se alertó recientemente acerca de la necesidad de contar con un mayor número de oncólogos para afrontar lo que viene.
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Un síntoma cardinal y transversal de las ENT es el dolor crónico. En la actualidad entre el 25 al 29 % de la población mundial lo sufre. Constituye en ellos más que un síntoma, una verdadera enfermedad. Dado lo comentado, una de las mayores demandas futuras de la población vendrá por ese lado. Buscarán controlar un padecimiento que les afecta de sobremanera en su calidad de vida.
Basta recordar lo que sucede con el dolor musculoesquelético, un trastorno factible de ser desencadenado por un listado heterogéneo de patologías osteomioarticulares. Constituye en la actualidad la segunda causa de discapacidad en la población mundial. En ese sentido es solo superado por problemas relacionados con la salud mental. Pero debería tener en cuenta, que el dolor musculoesquelético es solo uno de los tipos de dolor crónico que existen. Por otra parte, algunas enfermedades de la esfera psíquica -como por ejemplo la depresión- están frecuentemente relacionadas con el dolor crónico.
El incremento pronosticado en la incidencia de diversos cánceres, además de la citada cronificación que presentarán muchos, demandará mayores esfuerzos para controlar el dolor oncológico en la población. Constituye uno de los síntomas más debilitantes y temidos por los pacientes con cáncer. Alrededor del 50% de los enfermos oncológicos lo padecen. Dicha cifra se eleva al 70% en aquellos en estadios avanzados. Se trata de un fenómeno complejo, con componentes fisiopatológicos, sensoriales, afectivos y cognitivos que demandan un abordaje específico y especializado.
La mayoría de las carreras universitarias de grado, relacionadas con la salud, no cuentan con materias que presten demasiada atención al dolor crónico, por lo que la especialización con un máster en tratamiento del dolor es imprescindible.
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El impacto de tecnologías médicas
Al inicio del texto se mencionaba acerca del rol de los que tienen, y tendrán, algunos adelantos científicos y técnicos en la mayor o menor demanda de especialidades.
Existen diferentes desarrollos o líneas de investigación fructíferas. Pero dado que se han cumplido veinte años de la publicación en la revista Nature del primer borrador del genoma humano, valdría la pena hacer foco en la genómica y la bioinformática. Su creciente aplicación en el día a día ha llevado a modificar la concepción que se tenía de algunas enfermedades. Ha permitido individualizar pacientes y brindarles tratamientos enmarcados en lo que se conoce como medicina de precisión.
La psiquiatría gracias a la identificación de marcadores genéticos que determinan un mayor o un menor riesgo de padecer patologías, como la esquizofrenia, también se ha visto beneficiada. Para algunos expertos, revolucionará además los tratamientos para el dolor crónico. Permitirá predecir respuestas a algunos fármacos analgésicos de acuerdo a las características del genoma del paciente. Esta, y otras herramientas, seguramente en el futuro brindarán alternativas a los pacientes. Tienen terreno fértil en aquellas especialidades que abordan ENT.
Coinciden los sanitaristas, que en la postpandemia aquellas especialidades que tengan relación con ENT tendrán en la próxima década mucho más trabajo.
Referencias
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